El águila perdicera, una joya en peligro




Vi mi primera Águila perdicera (Aquila fasciata) en 1986 y me maravilló el diseño de su plumaje ventral, muy pronto aprendí que esta especie era una de las joyas orníticas que tenemos en el País Valencià. Varios nombres identifican a esta especie, águila-azor perdicera, águila de Bonelli o simplemente perdicera pero todos se refieren a la misma ave rapaz. Las aves de presa son grandes cazadoras y en la península Ibérica destaca un trío de ases, son las tres grandes águilas, el águila real (Aquila chrysaetos), el águila imperial (Aquila adalberti) y el águila perdicera. De ellas la perdicera es la más pequeña, la que tiene el plumaje más claro y un vuelo más ágil gracias a sus alas cortas, anchas y redondeadas. Tiene unos largos tarsos y unas garras enormes que están equipadas con un arma letal, con unas afiladas uñas que le permiten atrapar rápidos conejos y liebres en el suelo así como aves medianas y rápidas que atrapan en vuelo.





La Perdicera en España

La perdicera ocupa cañones fluviales entre los 30 y los 700 msnm (Real et al., 2013; Román et al., 2005; Parellada et al., 1984). Los adultos regentan grandes territorios de más 3.000 hectáreas o lo que es lo mismo de unos 10 km de diámetro (Mateache, P. 2005). Eligen zonas con dominancia del monte bajo (Rico-Alcázar et al., 2001) donde abunde el mosaico de vegetación (Sánchez-Zapata et al., 1996; Sánchez-Zapata y Calvo, 1999). Ubican sus nidos en cortados rocosos e intercalan sus territorios con los del Águila real. Las perdiceras ocupan los cortados más pequeños y próximos a las zonas humanizadas (Gil-Sánchez 1994 y Gil-Sánchez et al. 1996) mientras que las águilas reales escogen los cortados rocosos más grandes y más alejados de las zonas antropizadas (Real y Hernández-Matías, 2012; Ontiveros, 1999; Rico-Alcázar et al., 2001; Román et al., 2005; López-López et al., 2006).




La perdicera se alimenta principalmente de conejo (42,6%; 30,8%), de palomas (39,0%; 24,1%) y de la perdiz (3,8%; 4,6%), el primer porcentaje se obtuvo en la provincia de Alicante (Rico et al. 1990) y el segundo en Catalunya (Real, 1987).




En España se estimó que había una población de perdicera de 500 parejas en la década de 1970, en 1986 se estimó entre 600 y 700 pp, en 1990 entre 679-755 pp. En el año 2000 se redujo a entre 658–721 pp. Para el periodo 1999-2002 se estimó que había entre 733–800 pp. Otra estimación para el 2002 apuntaba a una población de entre 650-713. Uno de esos mismos autores aumentaba la estima en el año 2005 a 733 -768 pp., y al año siguiente un censo impulsado por el ministerio apuntaba que quedan 776 parejas. Otros autores indican que desde la década de 1990 se ha producido una reducción de entre el 20 y el 50% de los territorios de cría, lo que sí está documentado es que la perdicera ha desaparecido como reproductora en seis comunidades autónomas. (Garzón 1975, Equipo de águila real y perdicera 1986, Arroyo et al 1995, Censo Ministerio Medio Ambiente y Comunidades autónomas 2000, Madroño, A. e., al 2004, Marti, R.  Moral, J.C. 2004, Del Moral, J.C. 2006, Censo Ministerio Medio Ambiente y Comunidades autónomas 2006, Real, J. in Madroño, A. et al. 2004).




El declive de las poblaciones de perdiceras ibéricas provocó la modificación de su estatus en el Catálogo Español de Especies Amenazadas cambiando su  categoría de protección de “De interés especial” a “Vulnerable” en el Real Decreto 139/2011, de 4 de febrero.




Los machos y las hembras presentan un mismo comportamiento, no hay diferencia en las fechas de emancipación, ni en la elección de las áreas de concentración durante la juventud ni en el retorno a sus áreas de origen. Las perdiceras jóvenes empiezan su periodo de independencia en torno a los 9 meses de vida, se alejan del territorio natal y se desplazan siempre a las mismas zonas de dispersión pero parece que cada población tiene las suyas propias. La mayoría de las andaluzas y murcianas no suben a la meseta, las perdiceras alavesas se quedan en el norte de Castilla-León y las perdiceras que se han reintroducido en Mallorca después de su extinción en 1970 no han abandonado nunca la isla.






La Perdicera en el País Valencià

El tamaño de las poblaciones de perdiceras valencianas se estimó en 130 parejas en la década de 1980 (Marti, R. y Del Moral, J.C. 2004) pero en 2016 quedaban solo 69 parejas reproductoras que bajaron a 65 en 2018, de ellas 13 fracasaron en la crianza y volaron un total 82 pollos con lo que el éxito reproductor de ese año fue de 1.26 pollos/pareja.




Analizando las fluctuaciones de población se pueden identifican diferentes etapas respecto a la evolución de su población y las afecciones de las perdiceras de la provincia de Castelló que en buena medida se pueden extrapolar al resto de la población valenciana. En la década de los 70 hubo una etapa marcada por la mortalidad a causa de persecución directa, hasta 1985 hubo un periodo de estabilidad, pero del 85 al 95 se produjo otro gran declive poblacional. De 1995 al 2006 de nuevo se produjo una etapa de estabilidad que se apoyó en una tasa de reproducción del 38,46%. En 2012 se volvió a otro periodo crítico de pérdida de territorios a causa del aumento de muertes de adultos, del expolio de nidos y de unas tasas de reproducción muy bajas. (Bort J., et al. 2012).




Estos datos de reducción poblacional contrastan con la opinión de los técnicos de la administración valenciana, que apuntaban que en la Comunitat había en el año 2005 entre 101 y 107 parejas y solo reconocían una reducción de entre 9 y 10 parejas respecto a los datos históricos de los que dudaban (Mateache, P. 2005).







La gran mortalidad de la especie es crítica en el periodo de dispersión de los juveniles que abandonan el área de cría para concentrarse en zonas más humanizadas con abundancia de alimento y donde no hay adultos, en esta etapa de su vida las perdiceras no son territoriales y toleran la presencia de otros congéneres. Gracias al radio seguimiento de pollos marcados con dispositivos GSM se sabe que las perdiceras valencianas  juveniles se concentran en llanos de Albacete, en el sur de Murcia así como en la zona de Toledo donde además se ha comprobado que hay una gran mortalidad por electrocución y envenenamiento.






Las perdiceras del hide de Turiahides

En mis salidas por las montañas valencianas había coincidido 98 veces con esta especie que siempre había visto volando o posada en algún cortado lejano. Muy pocas veces había tenido la suerte de verlas de cerca y los encuentros siempre habían sido fugaces. A pesar de haber participado en el seguimiento de la reproducción de la especie en la comarca de Requena-Utiel mis visitas se habían realizado a distancia, con la ayuda del telescopio terrestre para evitar molestias y siempre habían sido
estancias fugaces.



Tenía muchas ganas de disfrutar de esta especie más de cerca, quería ver los detalles de su anatomía y poder hacer alguna foto decente con la que ilustrar mis crónicas. Sabía que Salva Llavata y su empresa Turiahides (https://www.turiahides.com/) tenían desde hace años un escondite en La Serranía donde se podían hacer fotos de la especie así que me anime a llamarle y concertar una cita.

El 12 de noviembre llegó el momento esperado, a las 8 de la mañana llegué a Casinos, allí me recogió Mario López y nos acercamos a una montaña de la comarca vecina, La Serranía. Nada más salir del coche ya teníamos cicleando encima una pareja de Águila perdicera que estaba marcada de cerca por un celoso Cernícalo vulgar (Falco tinnunculus).




Me acomodé en el pequeño y acogedor escondite mientras Mario dejó el cadáver de una Liebre ibérica (Lepus granatensis) que días atrás habían atrapado los podencos de un cazador y por tanto estaban libres del temible plomo de los cartuchos. Los predadores al comer una presa abatida por disparo suelen ingerir los perdigones de plomo y este se absorbe por el organismo, se acumula y cuando los niveles de plomo en sangre superan los 8-10 mcg/dl se provoca una intoxicación que conduce a la muerte por plumbosis. La gravedad de este problema es de grandes proporciones ya que España hay unos 1,5 millones cazadores que disparan unos 200 millones de cartuchos al año y esparcen cerca de 6.000 toneladas de plomo (Guitart y Thomas. 2005). Los perdigones permanecen en el suelo unos 300 años antes de descomponerse, se acumulan sobretodo en zonas acuáticas con mucha presión cinegética como l'Albufera de València y el Delta del Ebro, allí se ha detectado una media de 2,5 millones de perdigones por hectárea en los primeros 20 centímetros de sustrato ello provoca según algunas estimaciones que unas 60.000 aves al año mueren intoxicadas por haber ingerido esta munición.




Mario se marchó y enseguida descubrí la pareja perdiceras posadas en un pequeño cortado justo enfrente de donde me encontraba. No pasaron más de 15 minutos hasta que una de las dos águilas se lanzó al vacío, abrió las alas y desapareció de mi vista, enseguida pasó por delante de la roca donde estaba la liebre, le dio una pasada y pasó de largo, dio la vuelta y se posó donde estaba la carnaza. Miró al cristal espía del hide durante unos segundos y se dirigió a la presa. Emocionado comprobé cuan largos eran sus tarsos, sus garras eran desproporcionadamente grandes y sus uñas eran unos enormes garfios negros, después supe que se trataba del macho adulto de esa zona que vestía un precioso plumaje blanco en el pecho y tenía unos ojos muy claros.




Empezó a desgarrar la piel de la liebre con delicadeza y comió pequeños pellizcos de carne, comprobé que su pico era potente pero no demasiado grande, el señor de estas sierras comió durante una media hora, siempre cogía con delicadeza pequeños pellizcos de carne de un rojo intenso, todo ocurría bajo una luz tamizada por algunas nubes en una mañana ventosa y fresca.



Sin aviso levantó el vuelo y se marchó para posarse en el mismo cortado del que había venido y donde esperaba pacientemente su compañera. Al llegar el macho ella levantó el vuelo con rapidez y vino directo a posarse ante la presa a medio comer, me pareció que estaba ansiosa por la espera. Mi percepción es que solo era un poco más grande que su pareja, en las rapaces las hembras suelen ser bastante más grandes que los machos, esta a diferencia de su consorte tenía las calzas muy oscuras y sus penetrantes ojos eran de un intenso tono anaranjado.




La reina de estos cerros comió con avidez bocados más grandes, los desgarró estirando con decisión mientras sujetaba el cuerpo de la liebre con una mano, se tragó una oreja entera, arrancó la cabeza y la levantó, parecía calcular si podría tragarla de una vez pero desistió y siguió comiendo durante una larga hora.

Esta pareja tiene una productividad muy elevada gracias a los suplementos alimenticios que les deja un par de veces por semana. Desde el año 2016 que Turiahides trabaja con ellas todos los años han sacado adelante dos pollos. La vida en la naturaleza siempre es difícil y en 2019 cuando tenían dos pollos pequeños en el nido una intensa tormenta provocó que una cascada de agua tirara el nido y los pollos al fondo del cortado rocoso donde murieron los dos pequeños.



Problemática de la Perdicera

El águila de Bonelli soporta una tasa de mortalidad adulta cercana al 40%, estudios han demográficos han demostrado que valores de mortalidad adulta superiores al 10% anual no son compatibles con la supervivencia de una especie. Esta alta mortalidad provoca haya un alto porcentaje de parejas en las que uno de los dos miembros es un juvenil y esto repercute en una baja tasa de productividad. 

Para conocer la problemática que afecta a las perdiceras hay que estudiar los ingresos en los Centros de Recuperación de Fauna. En el periodo de 1989 al 2016 entraron en los CRF valencianos un total 183 águilas perdiceras. Para entender mejor el volumen de perdiceras afectadas ayuda fijarse en un solo año, en el año 2018 ingresaron en los centros de la Comunitat Valenciana 14 perdiceras y de ellas 11 estaban muertas. La principal causa de mortalidad en todos los centros coincide y es la electrocución, en las aves valencianas fue del (42%), la siguiente causa era la muerte por disparo (13%), la colisión con tendidos eléctricos (9%), el resto de causas tenían una menor incidencia y fueron: envenenamiento en cotos de caza menor y algunas se habían ahogado en balsas de agua y anti-incendio. Pero hay otros problemas que afectan esta especie y las víctimas no entran en los centros de recuperación, son la falta de alimento por la escasez de presas y las molestias humanas en las áreas de cría que provocan el abandono de los nidos y la muerte de huevos y pollos.




Otro ejemplo de la grave problemática que afecta a las perdiceras es el seguimiento de la especie en la provincia de Castelló realizado por el grupo GER-Agro de Vila-Real, comprobaron en el año 2011 un robo de pollos en Xert, electrocuciones en Vilanova d’Alcolea, una muerte y posterior decapitación en Alfondeguilla y el año siguiente fueron testigos de como la realización de trabajos de roturación  produjo el abandono de un nido en Alcalà de Xivert (Bort J., et al. 2012).

Una muestra más que la electrocución es la principal causa de muerte de la perdicera y que es un problema de una enorme dimensión la aporta un estudio de la Conselleria de Medi Ambient en el año que 2003, se hizo un seguimiento de los tendidos eléctricos en la Sierra de Escalona y Dehesa de Campoamor, en el sur de Alacant, esta es una de las zonas de concentración de rapaces juveniles de muchas especies. Encontraron 123 aves muertas en 91 apoyos eléctricos, 31 eran búhos reales, 4 águilas perdiceras, 3 águilas reales y 67 rapaces de otras especies y habría que sumar las aves muertas por choques con tendidos eléctricos pero son mucho más difíciles de localizar y aumentan exponencialmente la afección de los tendidos eléctricos.




Como siguiente causa de mortalidad está la persecución directa de cazadores, ya sea por disparo o por envenenamiento en cotos que todavía lo utilizan para el control de predadores. Creo que una sociedad avanzada no puede permitirse el lujo autorizar legalmente la muerte de especies por simple placer, nunca puede ser una actividad de ocio "civilizado", ni siquiera los supuestos ingresos y puestos de trabajo que genera esta anacrónica actividad justifican moralmente la caza, eran mayores los ingresos que producía la esclavitud y se abolió. Mientras no se consiga la prohibición de la caza recreativa es necesario sancionar con dureza las infracciones a ley, erradicarla en los espacios protegidos y hay que educar a las nuevas generaciones en el respeto al resto de especies que comparten el planeta con nosotros.

Incomprensiblemente en pleno siglo XXI se siguen haciendo obras en pistas o sacas de madera en zonas próximas a nidos y en época de reproducción, esto provoca la pérdida de puestas. También se ahogan perdiceras en balsas de riego con la gravedad añadida que la mayoría de ellas son propiedad de la administración como ocurre con las balsas contra incendios, en todos estos casos es manifiesta la dejación de las administraciones. Los electores deberíamos exigir responsabilidades a políticos y técnicos que no eviten estas muertes. Otra grave irresponsabilidad viene por parte de algunos gestores de espacios naturales, con toda facilidad autorizan actividades de ocio en la proximidad de nidos, se hacen todo tipo de carreras multitudinarias, rutas senderistas, se autorizan actividades de barranquismo, de rafting, descensos en embarcaciones fluviales o escalada en plena época de reproducción, cualquier actividad que atraiga turistas y algunos magros ingresos consigue que se olvide la necesaria protección de una biodiversidad que es el principal atractivo de esos espacios protegidos.

Tenemos que exigir una verdadera consciencia y responsabilidad ecológica, hay que denunciar la falsa etiqueta verde que se cuelgan con toda desfachatez empresas que contaminan o que electrocutan especies protegidas, ese falso color verde debe abandonar los centros comerciales y los programas electorales, tenemos que dar paso a un verdadero cambio de consciencia colectiva que consiga implantar el  respeto al planeta y de todas las especies que lo habitan.



También las actividades industriales afectan a los territorios de las perdiceras,  cada vez se abren más canteras y minas a cielo abierto que son enormes cicatrices en nuestras montañas, se roturan bosques y se arrasan campos para abrir enormes pistas en las que hay un constante tráfico de vehículos pesados, se producen estruendosas voladuras. Otro factor industrial muy negativo es la construcción de parques eólicos en zonas con alto valor ecológico, se ha demostrado que se convierten en zonas de exclusión a las que las perdiceras ni se acercan.

Hay opiniones controvertidas sobre la afección que puede significar la falta de alimento y sobre la conveniencia o no de facilitar alimentación suplementaria. Hay experiencias significativas como el proyecto iniciado en 2010 y finalizado en 2012 en Ayodar (Castelló) por el GER-EA de Vila-real que aportaron comida a una pareja de perdiceras que llevaba más de 20 años sin sacar pollos adelante y esas dos temporadas consiguieron que nacieran 2 pollos cada año y que llegaran a volar 3. En 2013 se dejó de aportar alimento y de nuevo fracasó la reproducción de esa pareja (Bort J., et al. 2012).

Turiahides gracias al aporte suplementario de alimentación dos veces por semana a una pareja de  la comarca valenciana de La Serranía ha conseguido que desde 2016 volaran dos pollos todos los años. En el año 2018, en la Serra d’Espadà, Castelló, se facilitó alimentación dos veces por semana y se consiguió que 4 parejas de perdicera de la zona aumentaran la productividad respecto a años anteriores. En Navarra la única pareja que ha recuperado un territorio perdido regresó a la Foz de Lumbier gracias a los aportes de alimentación suplementaria. Sin embargo una experiencia realizada en 2016 en la comarca de los Arribes del Duero, Castilla-León y Portugal que hizo aportes suplementarios de alimentación a 9 de los 14 territorios de perdiceras de la zona solo consiguió que una de las parejas ayudadas tuviera éxito en la reproducción lo que puede indicar que la falta de alimento es una problemática muy secundaria.




Tampoco ayudan a las perdiceras las incidencias de origen natural como la competencia con el águila real o el buitre leonado que pueden ocupar sus nidos y les expulsan de algunos territorios, obligan a las perdiceras a desplazarse a zonas a más baja altitud y por tanto más antropizadas. Parece que esta usurpación se produce cuando se abandona temporalmente un territorio de perdicera o cuando muere uno de los dos consortes sin haber una rápida reposición por parte de ejemplar joven (Fernández e Insausti 90; Sánchez-Zapata et al. 95; Gil-Sánchez et al 96; López, P. 2010). En condiciones naturales óptimas se intercalan los territorios de Águila Real y Perdicera en una coexistencia equilibrada (Jordano, 1981). También se comprobado gracias al marcaje con emisores GPS la muerte de 4 perdiceras jóvenes por el ataque de las águilas reales. En lugares con alta densidad de Buitre leonado se ha constatado el robo de nidos de perdicera aprovechando que estos empiezan su mucho antes su periodo reproductor, también parece que en estas zonas en litigio las perdiceras deben dedicar demasiado tiempo y energía en hacer ataques de intimidación a los buitres para intentar alejarlos de sus territorios.

Otro grave problema de origen natural es que los pollos de perdiceras pueden estar afectados por un parásito, el Trichomonas gallinae. Este protozoo vive hospedado en palomos a los que no suele afectar, cuando ceban con ellos a los pollos perdicera se pueden infectar y provocan unas placas blanquecinas de tejido muerto en boca, esófago y buche, esto les produce dificultad para ingerir alimento, un debilitamiento paulatino y la posterior muerte. En el año 2017 se anillaron y analizaron 33 pollos de perdicera en el País Valencià y de ellos once estaban infectados por Trichomonas gallinae, una escalofriante cifra del 33%. En 2018 se analizaron 24 pollos de los que 6 estaban infectados. Para tratarlos si la infección es leve les da una sola dosis de Carnidazol pero si están muy afectados por la infección los pollos tienen que ser conducidos a los CRF para un aplicarles un tratamiento prolongado.




¿Qué medidas pueden evitar la extinción del águila perdicera?

En primer lugar hace falta la redacción de un Plan de Gestión y Conservación a nivel estatal, hay que aumentar el seguimiento y la vigilancia de los nidos. Se debe legislar para conseguir que las empresas eléctricas y los propietarios erradiquen totalmente los tendidos peligrosos. Red Eléctrica de España debe señalizar con salvapájaros todos los cables de los tendidos de transporte en zonas rurales con presencia de aves protegidas. Hay que implantar definitivamente una legislación sobre los tendidos eléctricos que no solo contemple la construcción de los nuevos con medidas antielectrocución sino también la corrección de los ya instalados. Para garantizar el cumplimiento de la ley y conseguir que los tribunales tramiten con éxito las sanciones las administraciones debe crear equipos de técnicos especialistas que recorran los tendidos eléctricos, que levanten actas acorde la ley y que realicen autopsias con la que poder probar la responsabilidad de los propietarios en casos de electrocución de aves protegidas.



Para aumentar la disponibilidad de alimento hay que sembrar con una mezcla de alfalfa, veza, cebada y avena y no segar parcelas agrarias abandonadas en zonas con distribución de la especie para favorecer el alimento de sus presas, también hay que crear vivares y palomares además de reforzar las poblaciones de perdiz y conejo.

Respecto a la afección por la persecución directa de la perdicera es necesario establecer zonas de reserva cinegética obligatoria en áreas de nidificación de perdicera, hay que regular los calendarios de batidas y alejar los puestos de caza fijos de sus áreas de reproducción. También hay aumentar la dureza de las sanciones y llegar al cierre de cotos donde se encuentren perdiceras tiroteadas o envenenadas.



Hay que evitar la instalación de parques eólicos a menos de 2 km de distancia de las zonas de cría del águila perdicera. Se debe declarar zona estrictamente protegida y limitar el acceso un radio de 500 m alrededor del nido, hay que supervisar y restringir actividades humanas en un área de 1 km de radio alrededor del nido. Se debería prohibir el periodo de caza denominado como “Media Veda” que va de principios de agosto hasta principios de septiembre en territorios con perdiceras por que se ha demostrado que afecta gravemente a las aves jóvenes que todavía están los territorios paternos y no tienen suficiente experiencia para huir ante la presencia de un cazador (Bort J., et al. 2012).




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Gracias por las facilidades y por el trabajo que realizan con el Águila perdicera a Salva Llavata y Mario de TURIAHIDES.

Texto y fotos © Rafa Muñoz 2019.

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